¿POR QUÉ LUCHAMOS CONTRA EL RENTISMO?
Todas hemos tenido malas experiencias con nuestros caseros y cuando llegamos a una asamblea del Sindicato nos damos cuenta de que se trata de un problema estructural. Inquilinas y rentistas estamos enfrentadas porque nos han quitado la posibilidad de tener control sobre nuestra vivienda. La clave de esta relación es que hay una gran desigualdad de poder: a los rentistas les sobran las casas que nosotras no tenemos, esto hace que nos veamos forzadas a aceptar sus condiciones. Además, juegan con mucha ventaja: el rentismo inmobiliario, bien organizado y con todas las leyes a su favor, tiene todo el poder para seguir asfixiándonos, subiendo los precios y expulsándonos de nuestras casas con toda facilidad. Un sistema que favorecen el uso especulativo en lugar de proteger el acceso de todas a una vivienda digna.
Aunque la vivienda nunca ha dejado de ser un foco de problemas para las clases populares, hoy se ha colocado en el centro de la desigualdad social. Nuestro objetivo es organizarnos, quienes sufrimos día a día las consecuencias de este modelo, para crear ese poder inquilino que hoy nos permita mejorar nuestras condiciones de vida y que mañana sea capaz de acabar con la explotación que supone tener que pagar por acceder a un hogar digno. Acabar con el negocio de la vivienda.
Para avanzar en esta dirección es necesario aplicar técnicas, tácticas y estrategias que lleven a conseguir pequeños y grandes cambios. Para poder impulsar este cambio estructural que todas queremos, necesitamos disputar el marco mental y material del orden actualmente establecido, en el que vale más el derecho a la propiedad que el derecho a tener un hogar digno. Y, para conseguirlo, necesitamos una organización que luche, ejerciendo un sindicalismo donde nos organicemos para hacer frente a los abusos de la propiedad.
Lo hacemos por medio del asesoramiento colectivo (asambleas de inquilinas sobre casos o conflictos en marcha) y por medio de la Comisión de Acción Sindical donde estudiamos las estrategias concretas y las campañas generales…
También, junto a otras organizaciones, hacemos patente este problema y presionamos para cambiar las reglas del juego.
Nuestras apuestas estratégicas nacen de la idea de sindicato como modelo organizativo. Apostamos por una organización autónoma de inquilinas que se apoya sobre dos pilares: la solución de conflictos concretos y, por medio de ella, la generación de un programa que nos permita ganar poder autónomo y tener incidencia política.

La alianza entre el Estado, que puso la alfombra roja con nueva legislación, y el Mercado estaba generando una nueva burbuja inmobiliaria, con subidas del precio del alquiler del 20%. Sus consecuencias volvíamos a pagarlas nosotras: desahucios invisibles, degradación de las redes de vida en nuestros barrios debido a las expulsiones.
Con la mirada puesta en los conflictos que íbamos conociendo, se constituyó la Asamblea de Bloques en Lucha de Lavapiés. Junto con PAH Centro, Lavapiés ¿dónde vas? y otras vecinas del barrio, participamos en el proceso de organización y lucha vecinal que se estaba fraguando.
El año 2020 estuvo marcado por el impacto de la covid-19 sobre nuestras vidas. Bajo la máxima de “no cobramos, no pagamos”, nos organizamos junto con otros sindicatos y colectivos para llamar a una huelga general de alquileres. En tan solo un mes, más de 16.000 inquilinas se habían sumado a la huelga, cientos de personas mostraron su solidaridad aportando a la caja de resistencia y se crearon más de 70 comités de huelga territoriales.
Cuando empezamos a organizar #BloquesEnLucha de grandes rentistas y fondos, con viviendas en diferentes partes de Madrid, decidimos adaptar nuestra forma de organización a la composición del capital inmobiliario para hacerle frente. Empezamos a organizarnos «por propietario«, comenzando por Blackstone, el mayor casero del Estado y del mundo. Después de dos incansables años de resistencia de más de doscientas inquilinas y decenas de bloques, en 2021 conseguimos una negociación colectiva.
Habíamos crecido cuantitativa y cualitativamente, siendo más en más sitios y más diversas. También íbamos consiguiendo ganarnos un lugar en el imaginario colectivo Y queríamos seguir siéndolo, apostando por construir un sindicalismo fuerte y con capacidad de sostenerse en el tiempo.
Si realmente nuestro objetivo era afrontar una situación cada vez más insostenible debíamos dejar de resistir, dar un paso adelante y pasar a la ofensiva. No esperar a que los problemas llegaran a nuestras asambleas, casi siempre cuando la situación es ya muy grave, sino intentar organizar el conflicto aquí y ahora, antes de que llegue la amenaza de expulsión, porque vivir de alquiler es un conflicto en sí mismo, y ya vivimos bajo esa amenza.

